sábado, 17 de noviembre de 2007
Parábola de la cizaña (Mateo 13: 24-30)
jueves, 15 de noviembre de 2007
Parábola del sembrador (Mateo 13:3-9; Mc 4:3-9; Lucas 8:5-8)
miércoles, 7 de noviembre de 2007
Nuevo ciclo y agradecimiento
Hoy he terminado las meditaciones en torno al Santo Rosario. Comenzaré un nuevo ciclo en el que reflexionaré sobre las parábolas del Señor.
Me he fijado que a este blog entra gente de distintas partes del mundo: España, Argentina, Francia, Estados Unidos, Canadá, Puerto Rico, Venezuela, Chile. Eso me emociona porque veo que en todo el mundo existe una sed de amar a Dios.
Quiero agradecer al directorio de blogs católicos, al directorio católico y al portal amoadios.es por referir personas a este lugar. Esta solidaridad hace posible el que la palabra de Dios pasee por el mundo y llegue a hacer bien en diversos corazones. Espero que algún día se motiven a comentar y a compartir sus propias meditaciones conmigo y con el mundo. Un abrazo en Cristo y María.
Quinto misterio glorioso: La coronación de la Virgen como Reina de la creación (Apocalipsis 12:1)
San Luis María Grignon de Montfort, en su libro De la verdadera devoción a la Virgen María, arguye que existe una predestinación para los hijos de Dios. Ésta es la de los devotos de la Virgen. Aquellos que siguen a María heredarán el cielo. No seguir a María como una diosa, sino a María como la obediente Madre del Salvador. María como la esclava del Señor, María como la que dijo: “Hagan lo que Él les dice.” Sabemos que Jesús es el Señor, que a Él sólo le debemos el culto de adoración, pero también sabemos que María ha escogido ser Ella misma una especie de mensajera del Evangelio y que en los últimos tiempos ha venido a traer mensajes de conversión, mensajes de amor al prójimo y de arrepentimiento de los pecados. María ha tratado de que en el mundo no haya guerras, como pasó cuando se apareció en Fátima, que previno a los prelados contra los errores de Rusia y el comunismo. En los tiempos de la colonia se apareció en México a Juan Diego y pidió que se construyera allí una capilla, que hoy día es uno de los centros de peregrinación más grandes del mundo. En Medugorje se apareció y pidió, como lo ha hecho en otros momentos, el rezo diario del Santo Rosario como medida apaciguadora de la ira de Dios contra el mundo. María se ha portado como una reina que protege a sus súbditos, por eso Dios la exaltó a ese puesto.
Este mensaje del Rosario aparece porque Ella, en su guerra contra las herejías, le comunicó a Santo Domingo de Guzmán la forma en que deseaba que se meditara la vida de su Hijo, de manera que se pudiera sacar el mayor fruto posible de la devoción. El Rosario es la corona de María, nos permite unirnos en oración diaria con millones y millones de hermanos y hermanas que oran, suplican, dan gloria a Dios y detienen los males que los seres humanos nos causamos por la avaricia, la lujuria, el consumismo, la pereza, la comodidad, la poca solidaridad. Cada vez que rezamos el Rosario, también sacamos ánimas del Purgatorio, y las enviamos al Cielo con Jesús y María. ¿Qué mejor trabajo para agradar a la Reina del Universo?
María nos ha enseñado que gobernar se basa en el amor. Darse es la única forma de recibir, como hizo Ella con Isabel, y con su propio hijo Jesucristo. Reinar no es oprimir a los súbditos, es llenarlos de amor, llenarlos de abundancia. Quiero testimoniar que María se ha ocupado siempre de mí. Cuando era joven, uno de los sonidos que más a menudo oía era el susurro de los avemarías de mi abuelita, quien rezaba diariamente el Rosario. Cuando por primera vez decidí pedirle algo a algún ser divino, fue a María a quien acudí. Después, fue María quien me ayudó a convertir en una católica práctica a mi mamá. Lo hizo mediante un devoto suyo, José Coutinho, hoy día sacerdote en Brasil, quien me enseñó que ser devoto de María suponía un camino seguro a la salvación. La Virgen ha estado siempre a mi lado. Mi esposa dice que ella, devota de la Virgen Milagrosa, le pidió siempre que le diera a alguien con quien pudiera rezar el Rosario. Nos unimos hace veintisiete años, después de haberle entregado nuestro noviazgo a la Madre Tres Veces Admirable de Schoenstatt.
María es la Reina de los apóstoles, de los creyentes, de las familias. Nos une en una devoción filial alrededor de su Hijo, el mesías de Dios, el Unigénito. Por eso Ella puede cantar: “El poderoso hizo en mí maravillas, gloria al Señor.”
martes, 6 de noviembre de 2007
Cuarto misterio glorioso: La asunción de la Virgen (Cantar 2:4-6; 6:10)
Muchas personas arguyen que es información falsa, porque no se puede verificar, que nadie puede dar fe de este milagro. Quizá es cierto que no se puede certificar este hecho. Pero lo cierto es que hay demasiadas cosas, incluso en la Biblia, que no se pueden dar por hechos. Pero la inferencia, esa destreza tan útil en la lectura, nos puede dictar mucha información. Habría que empezar por decir que el Padre no iba a dejar que la Madre de su Hijo conociera la corrupción, ya que en los mismos Salmos se dice que “no dejarás a tu fiel conocer la corrupción.” Si eso se aplica a un fiel cualquiera del Señor, ¿cómo no ha de aplicarse a Aquella que se llamó a sí misma: “La esclava del Señor?” María es ese vaso en el que Jesús hace su morada, es sagrario viviente, por cuanto llevó en su vientre al mismo “Santísimo Sacramento.” María se convierte en el modelo de los bienaventurados por su obediencia a la ley de Dios. Se pone incluso por encima de Abraham, a quien Dios le pidió a su hijo Isaac en sacrificio y luego le dijo que no lo hiciera porque ya sabía de su amor. A María no le dio ese beneficio. Se lo pidió y dejó que lo viera allí sacrificado por nuestros pecados.
Para Dios no hay nada imposible. Jesús fue el Hijo de Dios, pero fue también el hijo de María. María lo crió, lo amamantó, curó de pequeño sus heridas y lo consoló en sus penas. Sería de un hijo malagradecido el dejarla corromper en una tumba, como cualquiera de los mortales. Supongo que le podríamos decir a Jesús, que usó a María para sus propósitos, y después la echó a un lado. Eso lo hacemos los humanos, eso lo hacen los ejércitos con sus soldados, los políticos con los jefes de los comités de barrios, lo hacen los chulos con las prostitutas, pero no Dios con los seres que le sirven. La Biblia dice por muchas partes que a quien sirve al Señor le irá bien en sus cosas. La asunción de María confirma eso. Dios se la lleva como premio a su obediencia a la su ley, como recompensa a que no le dijo que no en el momento cuando la necesitó. Como gloria por haber soportado ver a su Hijo colgado de un madero, desnudo, como escarmiento para la gente, en medio de dos ladrones. María es el modelo del cristiano que ha sufrido el más vil de los dolores, por eso la gloria en cuerpo y alma.
Se dice que tanto Moisés (Deut. 34:6) y Enoc (Gen. 5:24), fueron llevados al cielo. ¿Por qué ellos sí y María no? A mí el que la gente no crea eso basándose en esas otras situaciones expuestas, me suena a machismo. Fue lo mismo que pasó con Jesús y las mujeres. Todo el mundo pregunta por qué Cristo no tuvo discípulas. El pueblo de Israel había basado su ley con el hombre como centro. La mujer no tiene un papel preponderante a pesar de ser la que da a luz y cría a los hijos. No podía entrar en el templo cuando tenía la menstruación porque se le consideraba impura. No podía pasar de cierto lugar en el templo. El mismo Pablo, a pesar de haber superado muchas cosas con respecto a la Ley, manda a las mujeres a callarse en la asamblea. No veo por ninguna parte que mande a callar a los hombres, que seguramente hablaban también. Cristo, no obstante, le habla a la samaritana (Juan 4), y perdona a la adúltera. Se le aparece por primera vez a María Magdalena después de resucitado. Seguramente fue a la Virgen María a quien primero se le apareció, para darle el consuelo. Fue Ella quien se quedó al pie de la cruz, con la magdalena, y otras mujeres. Sólo Juan, el discípulo amado, se quedó, de los apóstoles. ¿Suponen ustedes que fue a ellos a quien se les presentó primero? Yo no lo creo así.
Así que la asunción nos habla más que nada de esa obediencia de María. De ese premio de la vida eterna que Dios tiene preparado para los que le aman. Meditemos en eso, para que nuestra vida sea llena de gracia, como le dijo el ángel a María cuando la visitó por primera vez.