jueves, 15 de enero de 2009

Parábola de las tinajas rotas (Jeremías 13:12-14)

Una vez más Dios se comunica con su pueblo a través de la metáfora del vino o de la viña. En este caso con un mensaje bastante controversial. El vino esta vez sirve no para agradar a los invitados, como en las bodas de Caná, sino para emborracharlos y que no sepan lo que hacen: “He aquí que voy a llenar de embriaguez a todos los habitantes de la tierra, a los reyes que se sientan en el trono de David, a los sacerdotes, a los profetas, y a todos los moradores de Jerusalén…” (v. 13).

¿Por qué se caracteriza la embriaguez? Sabemos que por todo lo malo. Aun cuando el vino es una bebida que se utiliza para acompañar las comidas en muchos países, sobre todo en Europa y el Oriente, Pablo les recomienda a los Efesios que no se emborrachen con él (5:18). La embriaguez es causa de muchos desaciertos. En nuestra sociedad vemos cómo conductores ebrios matan a gente en las carreteras; cómo maridos borrachos asesinan a sus esposas y maltratan a sus hijos. El alcoholismo destruye los hogares, porque no sólo lo sufren los hombres, sino asimismo las mujeres. Es decir, en este contexto, la parábola nos comunica que algo terrible sucederá porque Dios emborrachará a los gobernantes de este mundo. ¿La causa? No se ha escuchado a Dios, no se han puesto en práctica sus mandatos.

Hoy día vemos cómo los que administran nuestros países se corrompen por el dinero y el poder. Se ciegan por tener prebendas, puestos, reconocimiento. Hay un refrán popular que reza: “El poder corrompe.” Nos hemos dado cuenta, y lo hemos aprendido de la manera más dura. Hemos visto cómo algunos funcionarios se roban el dinero del pueblo. En algunos países, los primeros mandatarios se rodean de sicarios que desaparecen a todo aquel que no comulgue con las ideas del gobierno. Otros se benefician del gobierno a base de dietas, teléfonos celulares, escuelas gratis para su prole, mientras el pueblo se muere de hambre o se sume en crisis financieras casi insolubles. Obviamente están actuando como borrachos, no se dan cuenta del mal que hacen. Para este tipo de personas, lo primero es su vientre, como dice la Biblia. Su dios es el vientre.

A veces también tenemos clérigos que se emborrachan y no se dan cuenta. Administran mal las iglesias, tratan descortésmente a la feligresía, se envuelven en escándalos de sexo o de poder. Todo por no saber qué función les corresponde para guiar al pueblo de Dios.

Nosotros, la feligresía, asimismo nos emborrachamos y no actuamos de acuerdo con los parámetros que Dios nos ha puesto. Así, dejamos de lado nuestra espiritualidad, y la cambiamos por las modas de turno. Ponemos montones de “peros” para ayudar al que lo necesita, le damos la espalda a la Iglesia o la condenamos sin hacer nada para mejorarla.

Cuando la parábola dice que chocarán padres contra hijos, nos vamos dando cuenta de que muchas familias se desunen por motivos fatuos, como la política, incluso por la religión. Vemos cómo se destruyen hermanos y hermanas por herencias; cómo un hermano asesina a su hermano; cómo una madre echa a la basura a su bebé recién nacido porque no quiere tener problemas. Sí, nos hemos emborrachado y Dios no nos saca de ese estado porque ya nos dio su palabra. Incluso vino a nosotros y la rechazamos. Miremos a Cristo, la palabra encarnada, sigamos su ejemplo y sus mandatos y estaremos siempre sobrios.