jueves, 17 de abril de 2008

Parábola del fariseo y el publicano (Lucas 18:9-14)

Esta parábola nos trae a la mente otra que aparece en el evangelio de Lucas, la del Hijo pródigo (Lucas 15). Como sabemos, los fariseos eran una de las castas religiosas que había en Israel. Se distinguían por su enorme celo en seguir la Ley. Parecía que para ellos la ley era Dios. Cristo los fustigó malamente, y les llamó "sepulcros blanqueados," y los acusó de cargar a la gente con preceptos que ellos mismos no seguían. Se cosían los mandamientos a las ropas y a los sombreros para recordarlos cada día.

En este relato el fariseo aparece dándole gracias a Dios porque no es como los otros hombres, y dice, "ladrones, injustos, adúlteros…" En cambio, el publicano, que resultaba ser uno de los personajes más detestados de aquel ámbito, aparece como el que finalmente sale ser justo, porque reconoce su naturaleza pecadora. Nosotros, los cristianos, debemos imitar al publicano, reconociendo e identificando nuestras fallas. Debemos pedirle perdón a Dios todos los días por las faltas que hemos cometido. Y debemos dejar atrás esa actitud de creernos que porque vamos a misa el domingo tenemos el poder de juzgar a loas demás.

Los fariseos son aquellos que se creen con la autoridad de decidir quién es bueno y quién es malo. También creen que son los llamados a restaurar el orden en los lugares donde se supone que hay problemas morales o de otro tipo. Hacen daño a gente porque piensan que esta o aquella actitud es indigna de un cristiano o cualquier ser humano. No se percatan de que muchas veces ellos mismos violan la ley por arreglar un "entuerto." Sé de anti-abortistas que matan a médicos abortistas porque "hay que defender la vida." Creo que eso se cae de la mata. No puedes violar el mandamiento de "No matarás" para que la gente no mate. Es lo mismo que pasa con la guerra y la pena de muerte. Sé también de gente que coloca anónimos para dizque denunciar supuestos pecados de la gente, como en las novelas de García Márquez con los pasquines. La gente que hace eso es cobarde, porque no se enfrenta a decir la verdad, si es que la hay, y piensa que así ayuda al sistema.

Los fariseos también piensan que hacer oración les da una línea directa con el Señor, y que Éste les agradece que se porten así, porque eso hace el mundo mejor. No se acuerdan de Jesús y su línea de perdones. No recuerdan que Jesús perdonó a la adúltera, a la mujer con cinco amantes, a Zaqueo, que era un ladrón de los bienes económicos de la gente. Cristo también perdonó incluso a los que lo mataron. Nunca permitió que le hicieran daño a nadie. Cuando los zebedeos, Juan y Santiago, preguntaron si hacían bajar fuego del cielo para extinguir una ciudad que no los recibió, el Maestro los amonestó.

¿Somos nosotros los llamados a juzgar a la gente y a decidir sus futuros morales? No, somos los llamados a prodigar la caridad a todo el mundo. Jesús nos dijo que perdonáramos a los demás sus faltas como los demás perdonan las nuestras. Nos dijo que amáramos a nuestros enemigos, no que los destruyéramos.

Pensemos hoy en nuestra naturaleza pecadora, y como el publicano, digámosle a Dios: "Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador."

2 comentarios:

DE LA MANO DE TERESA DE JESUS dijo...

Hola.
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Si queres pasa por mi blog, y lenavtas el premio copiando la imagen y lo pegas en el tuyo.

Que Dios te bendiga, Teresa

RaFe dijo...

A mi me parece que esta parabola explica la escencia del cristianismo; la escencia que hemos perdido. Se nos olvida que todo el mensaje de Cristo es un mensaje de amor... y nos obsesionamos con seguir unas reglas como si fueramos un club exclusivo en vez de seguir el ejemplo de Cristo que vivio para servir y para evangelizar tanto con sus palabras como con sus obras de amor, misericordia y tolerancia.