martes, 12 de febrero de 2008

Parábola de Médico, cúrate a ti mismo (Lucas 4: 23)

Ésta es una parabola muy sencilla, que incluso parte de un refrán muy famoso: “Consejos vendo y para mí no tengo.” En parte se parece a la parábola del guía ciego. Jesús responde a este refrán con la famosa sentencia de “no desprecian a un profeta más que en su tierra.” Con lo que se entiende por qué no hace milagros en su tierra natal. En primera instancia se puede mirar lo que dice el refrán y analizar por qué los seres humanos actuamos así. La sabiduría popular ha captado muy bien esta actitud nuestra con otros proverbios como “en casa del herrero, cuchillo de palo.” ¿Qué nos pasa que somos así? Nos pasamos la vida dando consejos a otros, que nosotros mismos no tomamos. Hablamos de la gente cuando tenemos los mismos defectos. Y lo curioso es que hablamos como si fuéramos perfectos.
Una recomendación para poner en práctica el curarnos a nosotros mismos es examinar qué cosas nos molestan de la gente y señalarlas en nuestro proceder cada vez que las cometamos. Poco a poco nos iremos curando, no sólo del defecto, sino asimismo del pecado de hablar de otros.

Por otra parte, cuando Jesús dice que nadie es profeta en su tierra, implica que somos demasiado conocidos en nuestros lugares de origen o de trabajo. La gente con la que nos codeamos sabe mucho sobre nosotros y le cuesta creer que tengamos ciertas habilidades, a menos que sobresalgamos excepcionalmente. Ése es el caso en Puerto Rico de Ricky Martin. Aquí todo el mundo reconoce la habilidad excepcional de este muchacho en el campo de la música popular. Nadie se atrevería lanzarle el reto a Ricky Martin de que nos probara que es famoso, o que lo que hace en otras partes lo haga aquí. Pero si alguien que vive cerca de nosotros sale con que ahora es alguien reconocido, la primera actitud nuestra de es de escepticismo. Creo que resulta natural. Los contemporáneos de Jesús se preguntaban de dónde había sacado aquella sabiduría si Él era sólo el hijo de un carpintero, y añadían: “Conocemos a su familia.” Es decir, éste no tiene nada extraordinario. Pienso que debemos quitarnos esa manía de cuestionar si la gente puede lograr cosas, aunque sean conocidos nuestros. Cada persona es un mundo, reza otro dicho muy sabido, y cada quien tiene mucho que aportar a este mundo. Esta parábola nos ayuda grandemente a cumplir con el mandato de “ama a tu prójimo como a ti mismo.” Constituye otra manera de ser empáticos y no juzgar por las apariencias.

No hay comentarios: