miércoles, 17 de septiembre de 2008

Parábola del cardo del Líbano (2 Reyes 14:9)

La narración que se da en este fragmento resulta asimismo muy corta. El contexto en el que se produce es el siguiente: Amasías, rey de Judá le pide a Joás, rey de Israel, que se vean cara a cara. Amasías había batido a 10,000 edomitas en el valle de la Sal y parece que se le habían subido los humos a la cabeza por esta victoria. Es entonces cuando Joás le manda a decir este mensaje que se encuentra en la parábola.

El significado de este relato se concentra en la planificación, en el conocimiento de tus fortalezas y debilidades. Amasías no parecía conocer la fuerza de Joás y por eso lo reta. El resultado es obvio, Joás lo apresa, saquea el reino y toma rehenes. La historia nos presenta un punto de reflexión muy encomiable. Jesús, en otra de sus parábolas, habla de que cuando un hombre se va a enfrentar con un enemigo en guerra, debe saber con qué fuerza cuenta el otro, no vaya a ser que sea mucho más poderoso que él y lo derrote. El mismo Cristo aconseja que si el contrincante resulta más fuerte, el hombre mande mensajeros para negociar la paz.

¿Conocemos nosotros en materia de la fe cuáles son nuestros enemigos y cómo podemos enfrentarnos a ellos? Si no lo sabemos, nos derrotarán. La Iglesia, en el catecismo nos dice que los enemigos del alma son tres: el demonio, el mundo y la carne. Casi se podría decir que son uno y el mismo. Satanás es dueño del mundo, y nos tienta diariamente de formas sutiles. Formas que no conocemos a veces y por eso caemos. Si miramos las tentaciones de Cristo, nos daremos cuenta por dónde va la cosa. Lo primero que Satanás le dice a Cristo es que si es el Hijo de Dios le diga a las piedras que se conviertan en pan. Lo ataca por el instinto, en este caso el hambre. ¿Estamos atentos a esos reclamos de nuestra naturaleza humana? Los instintos no son racionales, por lo que los seres humanos somos capaces de neutralizarlos si tomamos las medidas necesarias. Para eso está el ayuno, la mortificación, la penitencia. Si sabemos que alguno de nuestros instintos se desboca más que otro, podemos lograr atarlo con esas tres armas que nos ofrece la espiritualidad. Lo segundo que le dice el Tentador al Maestro es que se tire de un abismo para que los ángeles lo tomen en brazos y no caiga. Es la tentación del reconocimiento. Creer que podemos hacer cosas para que los demás nos admiren. Nos pasa incluso hasta en la Iglesia. Nos apropiamos de espacios de reconocimiento para que la gente piense que somos santos, porque se nos han dado responsabilidades que a otros no se les han encomendado. No nos damos cuenta que son responsabilidades, no méritos ni diplomas de honor. La respuesta a esa tentación proviene de humillarnos. Saber que somos siervos inútiles, como dice la Escritura, y sólo hacemos lo que tenemos que hacer. Buscar que nos reconozcan por cada estupidez que se nos ocurra hacer es simplemente buscar la decepción diariamente. Conozco gente que por obtener reconocimiento, hasta inventa cualidades que no tiene, hazañas que no ha hecho y asociaciones amistosas y familiares que no existen. La tercera tentación es la del poder. Satanás le dice a Jesús que le dará los reinos del mundo si lo adora. La contestación de Jesús es la que debemos poner en práctica: “Al Señor tu Dios adorarás y a Él sólo darás culto.” Ya hemos hablado antes de los ídolos que adoramos. Creemos que si tenemos puestos de poder el mundo se nos resolverá. Todos los puestos son perecederos, y nadie es eterno en este mundo físico. Hasta Cristo murió, no fue inmortal hasta que no pasó a la Gloria del Padre. El poder se desvanece, y no depende de nosotros. El verdadero poder reside en nuestro interior: “Busquen el Reino de Dios y lo demás vendrá por añadidura” (Mateo 6:33). “El Reino de Dios está dentro de ustedes.”

En lo que atañe al mundo y a la carne, pues están cerca de lo que hemos discutido. El mundo nos atrapa con el materialismo, que se puede simbolizar en la carne. Acumular cosas, mantener relaciones vacías, aferrarnos al pasado, todos son nuestros enemigos. Por eso el hombre y la mujer de Dios deben soltar todas esas amarras: simplificar la vida, escoger las amistades y dejar que lo que pasó pasó. Si entendemos esos principios, el ataque puede ser mucho más débil por parte de nuestro enemigo. Es parte de la logística del Evangelio, de la Escritura entera. En el Antiguo Testamento, los guerreros dependían de Dios para las victorias. ¿Qué nos ha pasado? ¿Somos autosuficientes ahora? La ciencia nos ha hecho creer que podemos subsistir solos, que no necesitamos a Dios porque Dios es un mito. Somos invencibles. Nada de eso ha dado resultado. Por un lado, el progreso ha tenido buenos resultados, pero por otro, al sacar a Dios de nuestras vidas con el pretexto de que está anticuado y de que somos seres pensantes, ha logrado que en muchos casos retrocedamos al nivel mas bajo de nuestra animalidad. Sigamos hacia ese Reino dentro de nosotros, para que nunca el Enemigo pueda jactarse de aburrimiento porque se le hace demasiado fácil hacernos caer. Después de todo, somos hijos del Rey más poderoso del mundo y sus ejércitos de ángeles están siempre pendientes de que nada nos toque ni nos dañe. Ya lo dice la Escritura: “A sus ángeles encargará que te tomen en sus manos para que no tropiece tu pie contra una piedra”(Mateo 4:6), palabra de Dios.

1 comentario:

LuisLiviaLuisa dijo...

¡Hola!

¡Lindo Blog! Sigue adelante...

Con todo cariño, te invito a escuchar Tu Agenda Musical.

El podcast consiste en una canción que acompaña tus actividades diarias, Además, junto a un poema, plegaria, un santo, o una reflexión que puedes ir leyendo mientras disfrutas la canción.

Recuérdalo.... solamente con UNA CANCION para tu cada día.

Lo puedes escuchar en:

http://tuagendamusical.podomatic.com/

Ah, también puedes escuchar otro podcast diferente. Algunos episodios del 2007 en: http://levantateysalacaminar.podomatic.com/

Y del 2008 en: http://www.paxtv.org/podcast/index.htm

¡Que tengas un lindo día hecho canción!

Jesús te ama.

Luisa.
Desde Lima, Perú