viernes, 10 de julio de 2009

La paradoja como parte de la espiritualidad

"El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga" (Mateo 16: 24)

Todos hemos oído este fragmento del Evangelio en millones de ocasiones. Quizá no le hemos puesto atención, porque pensamos que es sólo una frase feliz del Maestro. Como tantas otras que tiene. No pensamos que sea una máxima de vida. Para la gente del Medio Oriente y del Oriente lejano, la paradoja, o contradicción aparente, es parte del sistema de su espiritualidad. Negarnos a nosotros mismos es hoy día una locura que muchos gurúes del New Age desacreditan. Al contrario, nos dicen, debemos amarnos a nosotros mismos únicamente. Somos dioses (¿no lo dice la Escritura?, pero hay que examinarlo bien) y necesitamos establecernos como tales. El problema es que Dios se ocupa de nosotros los seres humanos todo el tiempo. Los gurúes del New Age nos dicen que nos ocupemos de nosotros y de nadie más.

Pero, ¿que significa negarnos a nosotros mismos? Primero, amarnos a nosotros mismos no es en sí mismo un pecado. Tenemos que amarnos. Pero no podemos amarnos como Narciso: mirarnos al espejo y decirnos lo hermosos que somos, cuánto valemos, y no dejar que nadie nos menosprecie. Ese no es el caso. Amarnos a nosotros mismos implica cuidar nuestra salud, nuestra autoestima sin pensar que somos el centro del universo, aprender a ser optimistas, a tener fe en la providencia de Dios y en su misericordia. Amarnos también significa alejarnos del peligro, de las malas amistades, de las influencias perniciosas. Una vez que sabemos esto, entonces podemos saber cómo amar al prójimo y negarnos, que implica andar en el espíritu.

En la Biblia hay numerosos ejemplos de negación, como el de Abraham, que prefirió seguir el mandato de Dios de sacrificar a su hijo antes que desobedecerlo; el de la casta Susana, que prefirió que la acusaran de adulterio antes que caer en las manos de dos viejos libidinosos. También en la historia de la Iglesia tenemos ejemplos para seguir: Santa María Goretti, una niña de doce años que murió apuñalada por un muchacho de 21 años porque se negó a fornicar con él, aduciéndole que eso era un pecado y que no lo haría.

En muchas ocasiones nuestra naturaleza nos pide hacer lo que no debemos hacer y ahí está la máxima. Aunque nos parezca atractivo, negarnos a hacerlo nos traerá paz y alegría a nuestro corazón. Ponemos nuestro corazón, y con eso nuestra voluntad en muchas cosas que no alegran nuestro espíritu: riquezas materiales, sexo, diversión escandalosa, drogas, egoísmo. Es en estas ocasiones cuando Jesús nos dice: niéguense a sí mismos. Nos manda a amar a nuestros enemigos, a dar al que nos pide, a prestar a quien nos lo requiere. Nos insta a ser flexibles.

Así, que la obediencia a este mandato nos puede ayudar en las grandes tentaciones, pero asimismo nos puede dirigir en cuestiones más pequeñas. Podemos ayudar a gente que lo necesita, podemos dejar pasar a autos que nos cruzan delante. Podemos incluso empezar a pensar en cuando aparentemente nos ofenden o nos hacen algo que no nos gusta. Podemos aprender a no hostilizar a la gente. Hay mucha gente quejona en nuestros ámbitos: oigámosla como el que oye llover, aunque nos moleste. Esa es la forma de vivir flexiblemente y negándonos a obedecer a nuestra naturaleza respondona, vengativa y hostil.

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