lunes, 20 de julio de 2009

Prefiero el hombre paciente al héroe; más vale el que se domina a sí mismo que un conquistador de ciudades (Proverbios 16:32)

Siguiendo con la línea de la negación de uno mismo como parte de la espiritualidad, encontramos que una de las grandes virtudes es la paciencia. Nuestra naturaleza pide prisa, para todo. Vemos cómo la gente se desespera en cuanto asunto hay. No somos dados a pensar con calma las cosas.

Y me doy cuenta de que la desesperación, la cualidad opuesta a la paciencia, todo lo descompone. Suelo ser muy impaciente. Y esto me ha costado grandemente. Todavía no aprendo a ser completamente paciente. He tomado decisiones muy desafortunadas por no aprender a esperar. Y creo, como me dijo alguien en alguna ocasión, que madurar es aprender a esperar. Por ser desesperado he tenido pequeños accidentes de tránsito, he hecho el ridículo en algunas situaciones. También he enseñado clases mal diseñadas, todo por no tener la paciencia de hacer las cosas con calma. Santa Teresa decía: "La paciencia todo lo alcanza." Es una verdad como un templo.

¿Qué cosas prácticas puedo hacer para alcanzar paciencia? Hay muchas. La Biblia tiene muchas sugerencias. He aquí algunas, las cuales comento brevemente.

1) "No te enojes fácilmente, el enojo habita en el corazón del insensato" (Eclesiastés 7:9). Tendemos a darles demasiada importancia a asuntos que en realidad no lo merecen. Viajo todos los días una hora ida y una hora vuelta a mi trabajo. Veo a mucha gente sumamente molesta en los embotellamientos de tránsito. Algunas personas infringen la ley con tal de no estar en la fila de carros. He sabido de gente que arrolla pasajeros en el paseo de la carretera sólo por ahorrarse dos o tres minutos. Aunque me molestan mucho los embotellamientos he aprendido una técnica que me funciona siempre: llevo un libro en el asiento contiguo. Cuando el tránsito se detiene, saco el libro y me pongo a leer. En esto se aplica la Ley de Murphy: tan pronto te interesas en el libro, el tráfico fluye. La mente logra que tu entretenimiento no note el que estés parado. No obstante, si estás solo pendiente a cuánto se mueve, tus venas se hincharán y no podrás con el enojo. Aplica esto a otras áreas de tu vida y verás el resultado.

2) "Y los que están en buena tierra son los que reciben la palabra con un corazón noble y generoso, la conservan y producen fruto por ser constantes" (Lucas 8:15). La perseverancia, otra cualidad de la gente paciente. En este caso tenemos que aprender que las cosas no se consiguen de un día para otro. Hay que perseverar en todo. Si quieres dominar algo, debes hacerlo siempre, consistentemente. No puedes esperar que haciéndolo una vez, ya seas un maestro. Siempre recuerdo a un niño amigo mío que quería ser cinta negra en karate en dos semanas. Cuando le dije que se tardaría por lo menos tres años si se empeñaba mucho en hacerlo, se dio por vencido. También leí sobre un muchacho guitarrista que fue con un libro de las canciones de uno de los dioses de la guitarra, Steve Vai, donde un maestro, y quería salir de allí tocando las canciones. Cuando el maestro le dijo que se requería mucha disciplina, aprender las escalas, los modos en la guitarra, se fue apesadumbrado. Es la tentación de la inmediatez. Hoy día la juventud quieres salir de la universidad, y sin tener trabajo pretenden poseer casas de $300 y $400 mil dólares, autos de $65 mil dólares. Todo por creer que la vida se trata de eso. No saben esperar a que todo madure.

3) "El amor no guarda rencor" (I Corintios 13: 5). Llevar registro de las cosas malas que nos pasan, también es parte de no ser pacientes. Creo que esto es una carga inmensa. Si cada vez que nos acordamos de algo malo que alguien nos hizo y nos molestamos, nos quitamos años de encima. Además vivimos infelices, porque cualquier ofensa, por pequeña que sea, la imaginamos como algo espectacularmente inmenso. Una práctica para borrar esta sensación puede hacerse con la escritura. Toma la situación que te molesta, escríbela, y luego dale una vuelta. Conviértela en una situación agradable. Ponte en los pies de la otra persona, y mira el problema desde la otra óptica, a ver si habrías hecho lo mismo. Te ayudará saber que no siempre la gente tiene mala intención y que tú habrías hecho lo mismo.

Por ahora estas prácticas nos enseñan a negarnos esa naturaleza apresurada, desesperada. Poco a poco aprenderemos, con la ayuda de la oración y la meditación, que vivir más rápido no significa siempre vivir mejor.

2 comentarios:

Francisco Cavada dijo...

Estimado hermano:

En mi blog tengo un obsequio para usted, me lo hicieron llegar, y lo quiero compartir contigo; espero que te guste.

Bendiciones y abrazos.

http://vitaego.blogspot.com/2009/07/el-regalo.html

Profesor dijo...

Francisco Javier:

Muchas gracias por el regalo. Agradezco tu buena voluntad y tus bendiciones. Haré lo propio con otros blogs.

Dios te bendiga siempre.