lunes, 19 de mayo de 2008

Parábola de los obreros a la hora undécima (Mateo 20:1-16)

Al enfrentarnos a esta parábola, nos parece que el señor de la viña ha cometido una injusticia. ¿Cómo les va a pagar lo mismo a los que trabajaron una hora que a los que se desmadraron desde la mañana a la tarde? Nuevamente caemos en nuestras concepciones de la justicia humana versus la divina. Para entenderla debemos verla desde diversas perspectivas.

Lo primero es la comparación entre la justicia de Dios y la de los seres humanos. Es curioso cómo los seres humanos nos las hemos ingeniado para tergiversar la justicia de Dios. El Señor envió a Moisés con diez mandamientos para regular la vida de la gente. Jesús nos dijo que esos mandamientos se dividían en dos: ama a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. A raíz de eso nosotros hemos diseñado el sistema para que se ajuste a nuestro ego, que no ha podido lidiar con esas diez simples reglas. Hoy día para mucha gente, amar a Dios sobre todas las cosas implica decir que cree en Él e ir a la iglesia el domingo. Para otros, es decir que Él existe, pero que nosotros no tenemos nada que ver con Él. Así las cosas, si seguimos, no terminaremos nunca. Amar al prójimo, por otra parte, significa no meterse en las cosas del vecino. Esos mandamientos, a los que llamamos "ley natural," bastarían para que nuestra vida fuera totalmente placentera. No obstante, el ego ha hecho que queramos más para nosotros que para nuestro prójimo. Eso es lo que explica la actitud de los obreros al final de la parábola. ¿Por qué este tiene que tener lo mismo que yo? Yo trabajo demasiado, me levanto a las 5:00 de la mañana, viajo, conmuto, como mal en "fast foods" y todo eso. ¿Y éste gana más que yo, o lo mismo sin hacer la mitad de lo que yo hago? Eso no puede ser. Para Dios todos somos iguales, no nos distinguen los Rolex ni los Rolls Royce. Dios le ha dado a cada uno la misma oportunidad, así que todos tenemos asimismo la oportunidad de ganar lo que nos ha ofrecido, que es lo mismo para todo el mundo. ¿Y cuál es esa paga? El cielo. No va a haber allí categorías distintas para los que hicieron más que otros. Cada quien tiene lo que Dios nos ofreció.

La segunda manera de mirar esto es la legal. El señor de la viña se ajustó con sus obreros en un denario, y eso les pagó. En este tiempo, los contratos son muy necesarios, pues se ha perdido aquello de la palabra de honor. Te ajustas con alguien en algo para un trabajo, y si no está escrito, pues el cliente se burla de ti y no te quiere pagar lo que le dijiste. Y aunque un contrato oral es tan válido como uno escrito, si no hay nadie que testifique que ese fue el trato, lo perdiste. A mi padre le pasó eso en dos ocasiones, por honesto. En un caso, después de haber estado un día entero sacando un yate del mar para ponerlo en tierra con una grúa, le pidió $75.00 al cliente, y éste le dijo que eso era muy caro, y le dio $25.00. En otro caso, le vendió una camioneta a un individuo que le prometió pagarle la mitad en otro momento, y para no pagarle, se inventó la calumnia de que mi padre mandaba a robar los carros que vendía para después comprarlos más baratos. El contrato del señor en este caso es claro, "vete a la viña y te pagaré un denario." No le prometió nada más a nadie más. No veo por qué los otros pensaron que les iba a pagar más. Es obvio, se sentaron en la justicia humana, "yo hago más, cobro más." Es terrible ver cómo en ocasiones firmamos contratos que no se cumplen, porque las partes poderosas se salen con las suyas. Los jueces se venden, los abogados tuercen la ley, y después que está escrito, lo viran a favor del poderoso y los clientes menos afortunados se quedan como decimos "sin la soga y sin la cabra."

Otra manera de ver esta parábola es la laboral. Casi todos estos individuos están allí parados sin hacer nada. El señor los contrata para que le ayuden en la viña. El ocio es la madre de todos los vicios, reza un refrán popular. Existe mucha gente en el mundo con gran cantidad de talentos, como decíamos para la parábola anterior, que los desperdicia. Mucha gente con dinero y con empresas puede darle trabajo a aquella gente que no lo tiene. Gran cantidad de estas fábricas y empresas, con tal de ganar más dinero lo que hacen es bajar el personal, despedir gente. En diversas ocasiones se marchan de un país por no pagar los impuestos que les pone el gobierno y se van a otros lugares a explotar personas con pagas ridículas de 7 centavos la hora y cosas así. Algunos ni siquiera les dan compensaciones a los cesanteados. El señor de la viña es considerado: les da a los empleados lo que les prometió. Y eso es lo que debemos aprender en este renglón: ajustarnos a lo que prometemos, no abusar de nuestros empleados. Darles trabajo para que vivan una vida decorosa.

Todos estos pensamientos vienen a la mente cuando miramos la parábola. Así que Dios siempre nos preguntará: "¿Por qué te molestas conmigo por ser bueno?"

2 comentarios:

DE LA MANO DE TERESA DE JESUS dijo...

Me ha gustado mucho leer estas explicaciones a la parabola con la cual me he identificado mucho.

Que Dios te bendiga, Teresa

Profesor dijo...

Hola, Teresa:

Gracias por el comentario. Que Dios las bendiga a ustedes tambien. Mira, no he levantado el premio porque no se como hacerlo. Trate hace unos dias pero no se como hacerlo. Le dire a mi hijo que me ayude para poder ponerlo en mi blog. Gracias otra vez.