Dios es la misericordia infinita, la salud infinita, la abundancia infinita, el perdón infinito. El concepto de infinitud no cabe en nuestra cabeza, porque es finita. Por eso hemos antropomorfizado a Dios, lo hemos convertido en un ser con nuestros propios defectos. Si haces esto, te quito mi amor. Dios nunca dijo eso. Jesús, para ilustrar este principio, ya que lo acusaban de juntarse con publicanos, prostitutas, y con toda la "escoria" de la época, narró la parábola del hijo pródigo. Un muchacho le pide la herencia a su padre, porque quiere ir a probar una vida más libre. Éste se la da, el muchacho se va, gasta su herencia en bebelatas, mujeres y en "gozar la vida." Cuando se le acaba el dinero, se le acaban asimismo las amistades. Tiene que recurrir a un trabajo sucio de la época, limpiar las porquerizas. Imagínense eso para un judío, para quienes los cerdos representaban lo más asqueroso de la creación. Ni siquiera lo comen, por considerarlo uno de los animales impuros. Decide entonces volver a la casa del padre, porque entiende que hasta los criados allí comen bien. No obstante, decide que no es merecedor del amor del padre y que le pedirá que lo trate como a uno de sus jornaleros. Cuando va llegando, el padre lo ve en la lejanía, lo va a buscar, lo abraza, le pone una túnica nueva y manda a los criados a matar un ternero cebado para hacer una fiesta. Ése es el amor del Padre, de Dios nuestro Señor. No nos guarda rencor por nuestras acciones. Central a este mensaje es la actitud del muchacho, de reconocer que lo tiene todo en la casa de su padre, de que nunca debió abandonarlo.
Nosotros mismos somos ese hijo pródigo del que habla la parábola. Como punto de partida tomamos la relación con nuestros progenitores. Poco a poco vamos descubriendo el tema del respeto a nuestros padres. En una sociedad como la nuestra esto se convierte en un tema álgido por demás. Los jóvenes se ven retratados en ese muchacho que de cierta manera le falta el respeto a su padre al argüirle que ya no quiere vivir en su casa, que le dice que le dé el dinero de su herencia porque quiere vivir una vida mejor. Hoy día también se ve la otra cara de la moneda, padres y madres que no quieren a sus hijos, que los abandonan. Asimismo se dan padres y madres que maltratan a sus hijos e hijas de las maneras más inusitadas. No obstante, el padre que se pinta en la parábola es el padre amoroso, que no cuestiona a su hijo para qué quiere el dinero, sino que libremente se lo da. Luego el hijo va a ver las consecuencias de esa acción que cometió. La parábola de Cristo va dirigida primordialmente a que entendamos el amor de Dios, pero se presta para analizar las relaciones filio-paternas. ¿De qué manera hemos ofendido a aquellos que nos dieron la vida? ¿Los hemos maltratado? ¿Les gritamos, les decimos malas palabras? ¿Les robamos el dinero? ¿Les mentimos en cuanto a nuestras relaciones? ¿Andamos en malas compañías poniendo en juego nuestra reputación y en muchas ocasiones hasta nuestra vida? Todas estas reflexiones salen de esa parábola si sabemos escudriñarla de ese modo.También esta meditación trae a colación el tema del perdón. El perdón en esta parábola tiene varias direcciones. Por un lado, tenemos al padre, quien inmediatamente que ve al hijo corre a abrazarlo sin preguntarle nada. Es la actitud de Dios ante el arrepentimiento de sus hijos e hijas. Por otro lado, vemos al hijo que ha reflexionado sobre su acción contra el padre: “He pecado contra el cielo y contra ti, ya no merezco ser llamado tu hijo.” Podemos ver en esta actitud lo que Dios quiere de nosotros. Muchas veces pecamos y no nos arrepentimos de lo que hemos hecho. Incluso lo justificamos. En su libro Forja, San José María Escrivá de Balaguer apunta: “¿Conque has hecho algo malo y lo justificas como si fuera bueno?” Nuestra conciencia busca las maneras más inusitadas para que nos sintamos tranquilos, pero en infinidad de ocasiones no es más que nuestro ego quien nos calma la conciencia. El muchacho de la parábola siente que ha caído tan bajo que regresar a la casa del padre aunque sea como uno de los jornaleros resulta más beneficioso que comer de las algarrobas que les echan a los cerdos. Esto implica que Dios siempre tiene cosas mejores para los que le aman, para los que guardan sus mandamientos. Basta mirar los salmos para darnos cuenta de todo lo que el Señor promete a aquéllos y aquéllas que sigan el rumbo que les ha trazado.
3 comentarios:
Me gusto mucho la explicacion del comportamiento del hijo que se queda... nunca lo habia visto desde ese punto de vista pero tiene mucho sentido. Muy bueno!
Gracias por tu comentario. Espero seguir complaciendo tus gustos espirituales.
quiero felicitarte por tus palabras, la verdad es que estoy preparando un taller para niños respecto a ésta parábola y necesitaba leer algo que me guiara en éste proceso.
muchas gracias!
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