viernes, 17 de abril de 2009

La manifestación de Jesús a orillas del lago (Juan 21:1-14)

Señor:

Yo, como tus discípulos, no te puedo reconocer de vez en cuando, cuando te apareces sin decir nada, y luego de algún día de mucho trabajo improductivo. Te apareces silencioso, resucitado, para darme apoyo en lo que hago. Siempre parece que me vas a dar trabajo, como cuando les preguntaste a los apóstoles: "Muchachos, ¿tienen algo de comer?" A veces viene alguien y me pide dinero para comer, y le contesto que no tengo. O se lo doy de mala gana, porque no sé que eres tú. Porque no puedo saber que eres tú. No lo puedo saber porque estoy involucrado en demasiadas actividades, muchas de ellas en la Iglesia, y me olvido que andas por ahí pidiendo asilo, pidiendo atención, pidiendo comida. Siempre lo veo como un trabajo, no como la oportunidad que me das de parecer un verdadero seguidor tuyo.

Y después oigo tu voz: "Echen las redes a la derecha y encontrarán pesca." Pero también ahí me confundo. Pienso que tú no sabes nada de mi trabajo. Como pudieron pensar los apóstoles: el Maestro era carpintero, no pescador. No obstante, no lo pensaron, hicieron lo que Tú les propusiste. ¿Cuántas veces tu voz no me dice lo que tengo que hacer para no fracasar y creo que son mis imaginaciones, creo que son mis propios deseos? Si estoy, como los discípulos, muy apegado a ti, puedo discernir perfectamente que Tú eres el que lo sabe todo, y el que lo puede todo. Cuando dejo que seas Tú quien dirige mi trabajo, todo sale a la perfección, sobresaliente, brillante. Porque no soy yo, eres Tú Señor, el mismo que logró que la red pesara tanto, y que no se rompiera con el peso de tanto pescado. Juan te reconoció y se lo dijo a Pedro. Igual que Pedro, me he sentido desnudo delante de Ti, en los momentos en los que veo tus milagros, tus portentos, Jesús, siento que soy una nada frente a Ti, y que aun así me buscas, como a los apóstoles, y me ofreces de comer en tu cena. Me das el pan, Tú mismo me lo sirves, me lo preparas, tienes la sartén hirviendo lista para seguir en la brega.

Comer contigo es un enorme privilegio, Señor, que te has dado Tú mismo en la eucaristía para mi gracia. Te has quedado en el Santísimo Sacramento para darme la oportunidad de saciarme de la misericordia de tu corazón, de aniquilar mis pecados mientras hago lo que me mandas. Que estas manifestaciones de tu cuerpo resucitado creen en mí conciencia de que siempre estás conmigo, de que te apareces para darme una nueva vida en Tu vida.

2 comentarios:

jc dijo...

Hermosa meditación. Me ha emocionado.

Profesor dijo...

Muchas gracias, JC, Dios te bendiga.