jueves, 4 de octubre de 2007

Quinto misterio: El Niño perdido y hallado en el templo (Lc 2:40-52)

Este episodio abunda en coordenadas importantes para nuestra vida. Dice la Escritura que “el Niño crecía y se fortalecía lleno de sabiduría y la gracia de Dios estaba con Él.” Nuestros hijos crecen cada día, los vemos asimismo fortalecerse. No siempre los vemos llenarse de sabiduría. Habría que buscar las razones por las cuales esto no sucede siempre en nuestras familias. Cada día más vemos cómo los jóvenes se alejan de Dios y de la Iglesia por perseguir las fantasías de este mundo. Piensan que lo único importante consiste en la popularidad, el placer, el dinero, el sexo. La sabiduría no llega sola. El Evangelio que nos relata este misterio nos dice que los padres de Jesús iban cada año a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Si extrapolamos esta información y la aplicamos al día de hoy eso significaba que en la casa en la que Jesús moraba se vivían las verdades de la fe judía. ¿Cuántos de nosotros les damos a nuestr@s hij@s este ejemplo? He visto familias que bautizan a sus hijos como una especie de iniciación en la vida social y no en la cristiana. El bautismo de un bebé en muchas ocasiones sirve a sus padres para hacer una fiesta e invitar a los familiares y amigos. Después de esto, no los llevan a la iglesia, ni les comunican la palabra de Dios. Para que nuestr@s hij@s adquieran esa sabiduría que tenía Jesús, debemos imitar a la Sagrada Familia. De esa forma, con la participación activa en la misa, en la oración, en las devociones, en las obras de caridad y en el estudio de las Sagradas Escrituras, su mente y su espíritu se llenarán del Espíritu de Dios.

José y María se angustian de haber perdido a Jesús en la caravana. Inmediatamente salen a buscarlo. Pensaron que estaría con sus parientes, pero no estaba. Ellos, como cualquier ser humano, creyeron que el Niño estaría seguro entre la gente conocida. La diferencia entre ellos y otros padres es que la seguridad de que eso era así provenía de que la educación que le habían dado a su hijo proveería para que no se perdiera o estuviera con la gente equivocada. Y así mismo fue. Jesús estaba entre los Doctores de la Ley, en el templo. En el lugar al que sus padres lo llevaban cada sábado. Haciendo preguntas sobre lo que oía diariamente en su hogar, la palabra del Señor. Éste es otro ejemplo que tenemos que seguir: debemos enseñar a nuestr@os hij@s con qué gente deben reunirse, y qué lugares frecuentar. La casa del Señor es el mejor lugar para que estén. Jesús se encontró allí. Hoy día los lugares preferidos de muchos jóvenes no son las iglesias ni los lugares de culto: son las discotecas, los cines, los pubs; en algunos casos los prostíbulos. ¿Qué sabiduría se encuentra en esos lugares? El cine y la literatura muchas veces pintan esos lugares como imágenes del infierno. No porque el infierno sea así, sino porque son lugares en los que no se aprende nada bueno, y lo que te llevas para la vida si estás siempre ahí son vicios y malas costumbres. No quiere decir esto que alguna que otra vez no vayas a un pub o a una discoteca. Lo malo es que ésos sean los únicos lugares que frecuentes y no salgas de ellos. En la meditación anterior vimos cómo Ana la profetisa no salía del templo haciendo ayuno y oración, y eso le permitió ver a Dios.

Después de lo que encuentran, la respuesta del Hijo los deja perplejos y no la entienden. ¿La casa de Mi Padre? ¿A qué se refiere con eso? Se preguntarían. Para José y María esto debió ser, como para nosotros puede ser, el darse cuenta de que su Hijo desarrollaba ideas propias. La sabiduría engendra esto. Si piensas siempre en las cosas de la vida, de la existencia y de Dios, Él mismo se encargará de que desarrolles una magnífica conciencia de lo que atañe a Él. Quizá no se dieron cuenta de que su educación rendía frutos. Si enseñamos buenos valores a los jóvenes, darán frutos de independencia de carácter, de humanidad, de solidaridad. Si les enseñamos que el mundo gira alrededor de ellos, y que lo único importante es su persona, crearemos monstruos de egoísmo, que sólo pensarán en cómo sacar provecho de los demás.

Al final de la escena vemos cómo Lucas nos relata que Jesús bajó con ellos y les estaba sujeto. A pesar de su clara conciencia de vocación, el Niño Jesús entiende la autoridad. Sus padres son eso, la autoridad. No se le ocurre decirles que ahora se quedará en el templo para siempre, ni que como Él tiene un Padre mayor y con más poder que ellos, el no tiene por qué obedecerlos. Toda autoridad proviene de Dios, dice San Pablo, y debemos enseñar a nuestr@s hijos a obedecerla. No hacerlo implica que cuestionarán hasta nuestra propia autoridad. Implica que romperán las leyes pensando que el mundo tiene que ajustarse a su propio concepto. Y entenderán que cuando los castiguen por cometer algún delito, será una injusticia.

La lección de este misterio es clara. La mejor crianza consiste en enseñarles a l@s hij@s el camino de Dios. “Busquen el Reino de Dios y todo lo demás se les dará por añadidura,” dice Jesús. ¿No va a ser cierto?

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